lunes, 14 de noviembre de 2005

El emperador

Encontrábase Chawamba sentado en el risco de la sima de su colina que daba al pequeño arroyo cristalino en donde las aguas y las aves cantaban y los árboles susurraban al viento. Era de tarde, el carro solar atravesaba el trópico, todo era calma, nadie había subido a la colina a solicitar la sabiduría de Chawamba ese día y el susodicho se entretenía jugando a La Payana.

De súbito, en el horizonte hacia el poniente aparecieron a los lejos varias máquinas voladoras que raudas atravesaban las tierras hacia la colina y conforme se acercaban aminoraban su altura. A llegar a la colina su vuelo era rasante y despeinaron a Chawamba al pasar, causaron un gran estruendo semejante a un trueno del cielo, levantando un gran viento y polvareda que ahuyentó a todas las aves. Desde los bosquecillos y matorrales, abajo y al frente de Chawamba aparecieron varios carros de guerra blindados con cañones montados que andaban sobre orugas, y a sus flancos muchos hombres de a pié vestidos de forma que se confundían con el follaje y llevaban armas de fuego y una raras máscaras con una trompa; todos avanzaban hacia Chawamba, subiendo por todos los flancos de la colina. A la vez, de una gran máquina voladora se arrojaron varios hombres al vacío que luego ralentizaron su caída gracias a unas cometas redondas multicolores. Al también iban equipados de la misma forma que los hombres de a pié.

Llegaron todos a la sima de la colina y Chawamba comenzó a ver como puntos rojos de luz aparecían sobre su pecho y se movían nerviosamente para luego desaparecer. Los primeros en llegar iban arrastrándose desde un arbusto a otro. Pasaron junto a Chawamba y le apuntaron con sus armas. Uno pateó la marmita con té y el brasero y continuaron corriendo. Luego llegaron los carros de guerra que comenzaron a aplastar todo. Y finalmente bajaron otros hombres más extraños que iban vestidos con holgadas ropas blancas y yelmos transparentes. Llevaban unos aparatos parecidos a micrófonos conectados a unas cajas que emitían chirridos y chasquidos y husmeaban todo. Ninguno se detuvo a saludar a Chawamba, quien ya comenzaba a sentirse molesto. Luego cada cual tomó una posición fija, mientras las máquinas voladoras iban y volvían a gran velocidad causando su característico estruendo.

Impertérrito, imperturbable, Chawamba aguardaba pacientemente sentado a que alguno de ellos se acercara al menos a saludarle y tal vez a dar una explicación, pero ninguno lo hacía. Los minutos pasaron pesadamente hasta un nuevo grupo de máquina voladoras apareció, pero diferentes a las anteriores, semejantes a libélulas, tenían cola y paletas. Este nuevo grupo llegó a la colina y una de ellas se posó sobre la sima a algunos metros de Chawamba, el resto quedó suspendido en el aire sobre la sima.

De la máquina voladora que se posó surgió un hombre elegantemente vestido con varios más vestidos de negro que observaban todo. Poco después apareció un vehículo con ruedas del cual bajaron varios hombres con unos aparatos que emitían fuerte luces blancas como relámpagos; llevaban chaquetas con las palabras ‘Prensa’, eran reporteros. Comenzaron a disparar sus luces contra este personaje que bajó de la máquina quien avanzaba muy seguro hacia Chawamba rodeado de su séquito de hombres de negro.

Una vez que llegó a Chawamba, al ver que este seguía sentado contemplándolo impávido dijo con un tono de molestia:

m, - mmmm, ejemmm ….

En ese momento uno de los hombres de negro se colocó detrás de Chawamba y esperó. Pero su jefe le hizo una seña y este se retiró. Volvió a hablar.

- buenas tardes oh gran Sabio, heme aquí en busca de tu sabiduría.

- así sea – respondió Chawamba y añadió – ¿quien eres tu?

- Como? Quien soy dices?, has de estar bromeando...

- No lo estoy.

- Soy el emperador, señor de estas tierras hasta donde alcanza la vista y mas hallá y he venido a ti.

- Lo veo y eres recibido. Tu gente ha pisado mis flores, han espantado a las aves y ha dañado mis árboles, puedo saber a que se debe – inquirió Chawamba.

- Son mi escolta, han asegurado la colina para que podamos tener una conversación en paz. Esto ha sido absolutamente necesario, te lo aseguro.

- Porqué?

- Porque hay muchos que desean detenerme en mi obra redentora – contesto orgulloso el emperador. Mi enemigos se cuentan por cientos y puede esconderse detrás de cualquier arbusto.

- Bien, dime que es lo que te inquieta - apuró Chawamba queriendo apurar el trámite.

- He venido en busca de tu sabiduría Maestro – dijo el emperador a la vez que los reporteros disparaban sus luces – necesito saber si mi pueblo es feliz pero dado que son tantos millones no puedo preguntarles.

- Bien, de acuerdo – dijo Chawamba y meditó un instante la pregunta; luego miró fijamente al emperador y sentenció - para saber si tu pueblo es feliz, debes dejar a tu numerosa escolta y caminar por las calles solo.

- Pero maestro – se precipitó el emperador molesto – si hago eso intentarán asesinarme, soy el emperador.

- Si el pueblo te ama no tienes que temer, el pueblo conoce sus sentimientos hacia sus líderes. Si eres un verdadero líder te acogerán y lucharán para defenderte – se explicó Chawamba

- ¡ Me desafías !, como te atreves – dijo muy molesto – y seguramente conspiras contra mí, ha de ser terrorista y bolchevique, o fundamentalista ecológico, dado que vives rodeado de animales y plantas. Seguramente escondes una guerrilla en este paraje. ¡ Guardias deténganlo!.

Al instante varios hombres cayeron sobre Chawamba y tras maniatarlo lo cargaron a puntapiés en una de las máquinas voladoras sin darle la posibilidad de decir algo. Lo llevaron a una fortaleza y lo dejaron en un calabozo húmedo y hediondo.


En los meses siguientes Chawamba fue sometido a innumerables interrogatorios en los que le hacían las preguntas más absurdas. "¿Es usted terrorista? ¿Planea atentar contra el imperio? ¿Posee armas nucleares? ¿Recluta guerrilleros? ¿Trafica con estupefacientes?" Cada día durante 10 meses Chawamba era colocado en un sillón de dentista y era amenazado con instrumentos de dentista. Pero nada de lo que Chawamba dijo convenció a quienes lo interrogaban, sus respuestas les parecían desopilantes: "Soy Chawamba, el sabio de la montaña" "Solo poseo esta túnica naranja y mis sandalias" "No profeso ninguna religión" "No soy ciudadano de ningún pais" "No me interesa el fútbol" "No sé que es Al-Qaeda".

Finalmente llegaron a la conclusión de que no estaba en su sano juicio pero como no representaba ningún peligro, decidieron liberarlo.


Una vez libre, Chawamba regresó a su colina y la encontró un poco cambiada. Habían construido en la sima una torre de metal de mucha altura y algunas casas. La vegetación se había recuperado pero nadie la cuidaba por lo que abundaban las malezas. Supo luego por un vecino, que la torre había sido construida para extraer aceite de roca las profundidades de la tierra; pero quienes la construyeron la dejaron abandonada al darse cuenta de que no había nada de valor que extraer en ese lugar. Poco tiempo después la colina quedó desierta. La casa de Chawamba había sido convertida en un hotel lujozo pero también fue abandonado por las mismas causas.

Y preguntábase Chawamba que haría con la torre de hierro, muchas toneladas de metal afeando el paisaje y desarmonizando el entorno.

Finalmente mandó desmontar la gran torre y con ellas hizo construir juegos para los niños: toboganes, columpios y subeybajas. Y con el sobrante construyó un puente para que los peregrinos atravesaran el arroyo en la base de la colina sin mojar sus pies.

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